domingo, 15 de diciembre de 2013

Mi PaRís :)

Dicen que París es la ciudad del amor y está en Francia. Pero París está donde estés tú. Donde esté tu mano, junto a la mía, y nos digamos lo que sentimos a través de la mirada. Porque sobran las palabras para describir tales sentimientos. Porque  no alcanza ni la poesía para contar lo que hay aquí dentro. En las entrañas, en lo profundo donde no hay puerta de entrada. Donde para llegar hay que atravesar murallas.
París no es la ciudad del amor. Es un mundo que solo nos pertenece a ti y a mí. Donde un nosotros tiene significado y color.
Incluso cada letra cifra un mensaje especial:
P: Poder, poder estar contigo es lo que quiero. De Perderme en tu mirada.
A: Amor es lo que te doy, lo que quiero y lo que recibo de ti. De tus ojos color Avellana.
R: R.... de tu nombre. Del hombre que hay detrás del nombre. Y de nuestro apodo particular.
I: Inimaginable lo feliz que puedo ser contigo. No Imaginaba que se pudiera sentir tanto.
S: Solo tú. Solo contigo y no sin ti.
La atmósfera de tan mágica ciudad no le hace justicia a la que se crea cuando estamos juntos. Cuando te siento a mi lado.
La ciudad de la luz también es apodada. Pero, la luz que desprende tu mirada tiene mucha más energía que París de noche iluminada. Como la sonrisa sincera que ilumina mi cara.
Ni sus melodías callejeras ni subterráneas que ambientan la ciudad. Es mejor la música de tu risa. O los latidos de ese órgano pequeño que te pertenece y que puede llegar a bombear tanta sangre cuando te ve y da un vuelco por la emoción.
Mi París es de España. Y no tiene ubicación determinada. Pues se encuentra donde estés. Porque, mi PaRís, eres TÚ.

domingo, 13 de octubre de 2013

Calor de otoño


Se acerca ya el frío, que anuncia la inminente llegada del invierno.
Pero esta vez tengo una ventaja y es el calor de tu cuerpo.
Si estoy entre tus brazos, ya no le temo al mes de enero.
Ni a los monstruos de debajo de la cama, ni a los miedos que llevo aquí dentro.
El marrón otoñal cubre toda la ciudad y las lluvias calan hasta los huesos.
Pero, tengo tus cálidos ojos y tu mirada. Bajo el paraguas, para  comerte a besos.
Y que se congelen las rosas con la primavera, o se cubra de grises nubes el cielo.
Que, si me pilla el mal tiempo cogida de tu mano, ya nada parece tan malo.
Porque, TÚ, tienes el poder de hacerme ver lo bueno.
De hacerme sonreír hasta extremos que se salen de lo humano.
Ahora no distingo entre días malos y días buenos.
Sino, momentos sin ti y momentos contigo que, ojalá fueran eternos.
Tienes la virtud de parar el tiempo, de hacerme olvidar el mundo y hacer que la realidad sea mejor que los sueños.
De subir hasta las nubes, sin despegar los pies apenas un milímetro del suelo.
Para abrazarte, oler tu cuello y darte un beso de esos con amor, de esos lentos.
El roce de tu piel me hace temblar mientras me invade el calor por dentro.
Mi nombre, en tus labios, suena como nuevo. Me hace ver la suerte que tengo.
De tenerte, de quererte y de haber perdido la cuenta de todos los "Te quiero".
Las cicatrices se hacen más pequeñas cada vez que tocas mi cuerpo.
Cada vez que nuestros corazones se acompasan, e intercambiamos sentimientos a través de cálidos susurros que nos quitan el aliento,
que nos disparan nuestro lado más salvaje, sin que desaparezca nuestro lado más tierno.
Vienen vientos helados de esos que revuelven el pelo.
Y de esos que gritan tu nombre en cada uno de mis pensamientos.
Ya sea de noche o de mañana. Porque a toda horas te llevo aquí dentro.
Has descodificado la contraseña que me costó construir tanto tiempo.
Rompiendo mis esquemas, volviendo a llevarte el rencor, la frustración y el miedo.
Ganas en aumento de verte de nuevo cada vez que nos separamos.
Las mariposas no cesan su alegre revuelo en mi tripa pensando en otro encuentro.
Hasta que nos vemos otra vez y estallan de alegría al ver tu sonrisa.
Desencadenando millones de sentimientos que salen de dentro.
En una fiesta de luces que tu mirada me regala y en un entrelazar de dedos que nada los separa.
Llega el frío y en nada, estaremos en invierno.
Pero ya no me importa eso, no me importa nada, si tengo el calor de tu cuerpo.
Si te tengo a ti.
Porque me has llenado de luz.
Porque te quiero.

lunes, 15 de julio de 2013

Perder el miedo a perder

Quizás no sean dudas, sino un disfraz que no deje ver el miedo. El miedo a no saber, a caer, a volver a pasar lo mismo otra vez.  Ese temor a despertar de un buen sueño para enfrentar la realidad. A naufragar y creer que te ahogas en un desgastado vaso de cristal. Puede que las ganas de comerte el mundo sean suficientes y comiences a volar. Pero está el miedo a que el mundo pueda más y acabe por devorarte él a ti. Esas luchas internas entre la búsqueda de la aventura y la apuesta por la seguridad. Todos los vaivenes emocionales que desgastan y te hacen retroceder.
Sentirse como un barco a la deriva que ha perdido el rumbo. Y buscar desesperadamente ese mapa invisible que te muestre de nuevo el camino. Pagar cualquier precio por encontrar la brújula que te lleve de vuelta al reconfortante hogar. Al punto donde te sientes a gusto contigo mismo y poner el paso firme para poder volver a comenzar. Para creer en ti mismo, aprender de lo caminado y no hacer como los cangrejos que caminan hacia atrás. Buscar el tesoro en los lugares más insólitos. Fallando una y otra vez, malgastando fuerzas por no querer ver. No darte cuenta de que en tu mano tienes la piedra filosofal. Y evitar los espejos por miedo a no enfrentarse a esa mirada que te grita  un "espabila ya". Y en medio del silencio, escuchar el ruidoso repiqueteo de la arena de un reloj que te recuerda que el tiempo no se detendrá. Que cada grano de arena que cae suene como los últimos segundos de una bomba a punto de explotar. Como sientes que hará tu cabeza de un momento a otro por culpa de los temores irracionales a punto de rebosar. Querer correr y no conseguir mover un pie. Sentirte atado a tus miedos, encadenado por fantasmas del pasado. Y dejar ganar la partida al miedo a intentarlo y fracasar. Abrir la boca para gritar a los cuatro vientos y cerrarla en un suspiro en el que sientes que se te acaba el aire.
A veces viene bien perder el rumbo y dejar de correr tras la felicidad. Recorrer el camino sin pensar, sin esperar. Para que, sin que te des cuenta, esta te pueda atrapar. Descorrer las cortinas y permitir que entre el sol. Que ilumine ese rinconcito de la habitación donde te refugias y se acumulan todas las lágrimas que derramas cuando ya no puedes más. Coger aire y contar hasta tres, respirar pausadamente llegando hasta diez. Desterrando del vocabulario el "ya no lo puedo soportar". Recuperar la confianza, abandonar el suelo y salir a ganar. Con fe, alegría y con la mentalidad de que lo lograrás. No desistir, mantener la calma y abandonar el miedo a fracasar.
El miedo a perder la felicidad que está por llegar, es una forma de perderse la oportunidad de poder ser feliz.
 

martes, 9 de julio de 2013

Cada viernes

Si me pidiese que definiera el amor, no sabría decir casi nada. Porque definir es limitar y el amor no entiende de límites. Pero podría contar una historia en la que puede decirse que hay amor:
Todo empezó un viernes por la tarde. Al menos su primer recuerdo se remonta a aquel lejano atardecer. Donde se miraron, donde se hablaron por primera vez. Donde sellaron su vida y sus promesas de amor en el silencio de un beso robado.
Un mismo día de la semana dieron un paso más con su noviazgo. El mismo que les haría prometer quererse el resto de su vida en un altar rodeados de los más allegados. Donde intercambiaron las tan conocidas palabras:
-"Te acepto como mi legítima esposa, amarte y respetarte, de hoy en adelante, en lo próspero, en lo adverso, en la riqueza, en la pobreza, en la enfermedad y en la salud, hasta que la muerte nos separe."
-"Te acepto como mi legítimo esposo, amarte y respetarte, de hoy en adelante, en lo próspero, en lo adverso, en la riqueza, en la pobreza, en la enfermedad y en la salud hasta que la muerte nos separe."
Convirtieron esas palabras en hechos. Demostraron su amor en ocasiones de colores. Y también hicieron relucir la verdad de la palabra en medio de la oscuridad.
Sustituyendo por sonrisas cada lágrima. Tendiendo una mano en cada caída. Compartiendo la fortuna y arrimando el hombro cuando se necesitara. Contagiando la buena salud y estando al lado de su cama cuando enfermaba.
Amor es eso que cada día se demostraban. Amor era que él cada viernes a la misma hora se arrodillara pidiéndole que con él se casara. Ella contestaba siempre lo mismo "Sí, quiero". Y con eso le dibujaba una gran sonrisa en su cara. Y es que por muchos años que pasaran, por mucho que su cabeza por el alzheimer no funcionara, su corazón nunca lo olvidaba. Lo que le quería, el amor que por él profesaba. Por eso cada viernes volvía a llevarle la flor que más le gustaba, un lirio blanco que a su primera cita le recordaba. Ni cuando estuvo postrada en su cama sin fuerzas, de su lado se apartaba. Esperaba hasta que se dormía plácidamente mientras su canción favorita le cantaba.
Ahora que ella ya no está, él deja todos los viernes un lirio blanco en su tumba mientras tararea esa melodía que a ella tanto le gustaba.
Eso puede ser una definición de amor.
 

domingo, 30 de junio de 2013

Ojalá

Que la fugacidad de la vida no impida que juegue con tu pelo la brisa
y que el sol no deje de acariciar tu piel, dibujando en tu cara una gran sonrisa.
Que las manecillas del reloj vayan más lentas cuando pasen por las "felicidad en punto" y que se  vaya ralentizando su rápido transcurrir. Hasta que lleguen a pararse, como se paran el mundo
y el corazón cuando sientes miles de sentimientos a través de un beso por un solo segundo.
Que vistan de blanco y esperanza los amaneceres tus noches más oscuras. Y que se tiñan tus atardeceres de un rojo pasión que te lleve a hacer locuras.
Que el mundanal ruido no te quite de escuchar con los ojos del corazón y componer tu propia melodía.
Que el calendario no se convierta en simples números y hojas que arrancar, ni la rutina te haga descontar los días.
Que las experiencias te ayuden a crecer, los sueños a seguir y los obstáculos no te impidan creer, continuar y persistir.
Que a toda rosa le puedas sacar la espina y que todo mal venga con su medicina.
Que toda caída te enseñe una lección y te puedas levantar venciendo la frustración.
Que aprendas a vivir en soledad y aun así nunca te falte una verdadera amistad.
Que recuerdes que de los demás no debes olvidarte. Y aun así aprendas que tú siempre eres lo más importante.
Que llenes un álbum de buenos recuerdos y disfrutes al máximo de todos los momentos.
Que el amor no te falte, no te ate, y sea una constante que te impulse siempre hacia adelante.
Que descubras cómo vivir para poder ser feliz.

sábado, 18 de mayo de 2013

Hay más trenes en la estación

He tendido al sol mis ganas de llorar. Se que hay miles de razones para reír y solo tengo que mirar bien. Que no eres quien para hacerme caer y que ahí afuera hay un mundo lleno de posibilidades aguardando que quiera volver. Volver a disfrutar de esos pequeños detalles que, sin que te des cuenta, te dan la felicidad. Ese combustible que te da fuerzas para seguir.
Volveré a ser una para una y no una para dos. Que se contar aunque las matemáticas no se me den bien. Cuando das algo no debes hacerlo esperando que llegue algo a cambio. Pero si la balanza de una relación se desequilibra demasiado, uno de los dos acaba cayendo. Eso es así. Me ha pasado a mí. Lo daba todo por ti. Y tu moneda de cambio eran los falsos te quiero que nunca has demostrado.
El amor tiene un 20% de palabras y un 80% de hechos. Y tú, con tu sabia palabrería y tu ingenioso uso de la poesía, has llenado un 200% de vacías palabras. Que creo recitabas como un mantra. Y es que eres un romántico de la teoría. De eso no tengo dudas. Pero creo que tienes un gran suspenso en la práctica, mago de la retórica y de las falsas alabanzas.
Tus trucos de magia se basan en promesas que rompes antes de terminar, si quiera, de pensarlas. Pero ni tus elaborados poemas ni esos "inocentes" ojos que tanto esconden, ni esas intenciones que, tan bien matan, tienen la magia de recomponer los pedazos de un corazón roto por tus endulzadas patrañas.
Una relación se cuida con mimo, al igual que hace un jardinero con sus plantas. Si no riegas una flor ávida de agua, no te lamentes luego de su pérdida. Ni creas que va a revivir por evitar ver tus lágrimas de cocodrilo. Sus cenizas se regenerarán en otra parte donde sí que se apreciará su suave fragancia.
Es como si presumes de tener un Cadillac que, poco a poco se estropea guardado en un rincón del garaje para poder lucirlo con orgullo por las calles, algún momento de un lejano mañana. Seguramente cuando vayas a sacarlo, el frío y la falta de uso hayan dejado inservible el motor. Y, tu querido tesoro ya no sirva para nada. Lo podrás exponer para presumir pero no habrás experimentado ninguna sensación. Habrás perdido los mejores momentos que te podría haber dado. Tus ganas de aventuras y velocidad se habrán quedado reducidas a nada.
No te lamentes si has esperado a que la  fruta cayera del árbol para poder saborearla, si esta ha caído. Y, tú pendiente de otros manjares, ensimismado en tus pensamientos, no te has fijado en que todas las frutas por las que dudabas, descansan en el suelo. Y ya se han puesto rancias.
No te extrañes si estoy en otra estación, poniendo rumbo hacia nuevas rutas si, no solo tu tren no ha parado para recogerme, sino que ha sido capaz de atropellarme sin volver atrás la mirada.
O, si llaman a tu puerta insistentemente y ha faltado poco para derribarla. No llores ahora porque has estado sentado en un cómodo sofá y has puesto la música alta para no escuchar nada. Y cuando has abierto la puerta, no había más que un felpudo solitario construido con vanos intentos y que tiene una frase escrita a fuego "por tonto, te quedas con las ganas".
Si tú dormías bajo unas cómodas sábanas mientras me congelaba de frío en la calle, bajo tu ventana esperando con una sonrisa a que salieras a buscarme y me dejaras entrar en tu cama. No me reproches que el día de mañana bajo tu ventana no haya más que hiel y ,mientras, yo esté rodeada de otros brazos que me den ese calor que tú siempre me negabas.
Te marchaste por propia voluntad, cerrándome la puerta en la cara. Bien, ahora que estoy tan lejos que casi no me ves, no grites que vuelva. Ya, no sirve de nada.

lunes, 6 de mayo de 2013

Nadie es perfecto


Todos tenemos  un pasado que recordar con felicidad. Y, parte de este que intentamos, con todo esfuerzo, enterrar en la mente, bajo los buenos momentos.  Es curioso cómo a veces podemos sentirnos mal con el mundo y una rabia interna que nos cansa y entristece. Todo está en nosotros. Pero, es más cómodo echar balones fuera. Por eso, cuando vemos nuestros errores reflejados en los demás, como un espejo que nos persigue sin cesar, nos encolerizamos, alegando que no nos gusta cierto aspecto de su personalidad. En realidad, lo que nos molesta son nuestros aspectos que intentamos cambiar.

¿Quién no ha sentido esa extraña necesidad de escapar,  de salir corriendo, de desaparecer, de volver a comenzar? Por mucho que corramos, nos escondamos de la supuesta amenaza en que convertimos a los demás, nuestro peor enemigo siempre nos acompañará. Aunque no lo veamos, no nos dejará tranquilos. No va a nuestro lado, ni delante ni detrás. Sino en nuestro interior. Nuestros pensamientos y sentimientos no nos van a abandonar. Y si hacemos caso a los destructivos, nos amargarán. Aunque corramos a los confines de la tierra, de uno mismo no se puede escapar. Ni la lucha por esconder todo aquello que somos o enterrarlo en lo más profundo haciendo como si nunca hubiera llegado a pasar. Rogando que nadie se haya dado cuenta, que se olvide y que no vuelva nunca más. Pero, a largo plazo es peor. Se va formando un cúmulo de rabia y dolor que, tarde o temprano, acabará por explotar haciendo de nuestra tranquila fachada un tormento y aflorando todo aquello que luchamos por desterrar.  

Mejor no correr de uno mismo, pues tu sombra nunca te abandonará. Forma una parte de uno mismo, construyendo una persona única y sin igual. Un humano con sus errores, sus fracasos y temores. Eso es una parte oscura que no impide que brilles y triunfes en la vida. Más aún, sirve para mejorarte a ti mismo, para seguir adelante y aprender a levantar. Pero, esto no pasará mientras sigamos enterrando la maleza entre las flores del jardín. Hay dejarla crecer hasta que la veamos, no evitarla y, cuando estemos preparados, cortarla de raíz. Y si alguien nos quiere ayudar a arrancar esos hierbajos, dejarle. Pues no existe todavía el hombre que tenga un jardín lleno de rosas únicamente.

Somos lo que somos, y tal y como somos, somos perfectamente imperfectos. Por eso, tenemos que aprender a aceptarnos y vivir con plenitud intentando mejorar a cada momento. Pero sin frustrarnos si el procedimiento es lento.

domingo, 5 de mayo de 2013

Princesas reales


¿Quién de pequeño no ha leído cuentos sobre princesas y castillos? Todos conocemos a La Cenicienta, La Bella y la Bestia, Blancanieves, La Bella durmiente y un sinfín  más de historias protagonizadas por bellas damiselas que suelen encontrarse en apuros de los que son rescatadas por un apuesto príncipe. No voy a decir que no sean historias bonitas y conmovedoras con las que dormir a los pequeños de la casa. Pero, ¿qué hay de real en todo esto? Absolutamente nada. Nos presentan a todas estas princesas como mujeres de ensueño, con pelos pantene, unos cuerpos de infarto, unas caras angelicales y una inocencia y bondad que raya lo inexistente. Unas mujeres frágiles como muñequitas que, sin su hombre predestinado, no son nada. Al igual que el encantador príncipe que la salva. Nos los pintan casi como héroes. Por no menospreciar sus figuras atléticas casi de gimnasio. Además de su hombría y su buena actitud. Sin olvidar que nuestro querido molde perfecto da su vida por ella si hace falta. Pero, si hace esto revive porque la historia tiene que acabar bien. Y siempre es la misma historia de “amor”, que parece destinado desde el principio y del que no se ve el final. Un mundo donde todo es idílico y todo el universo conspira para que nuestros protagonistas acaben juntos y sean felices sin conocer ni un solo obstáculo porque parecen los elegidos. Unos modelos con unos patrones de perfección que solo conocen finales felices.

La realidad es muy diferente. Claro que existen princesas. Pero nada que ver con esas barbis esqueléticas de catálogo. Hay princesas altas, bajas. Unas más delgaditas, otras con más curvas. Estas princesas no van en carrozas ni visten de gala. No se dedican a cantar en jardines de palacios ni a ponerse guapas para el baile del año. Las princesas de la realidad son aquellas mujeres que pueden descuidarse porque su preocupación por ti es mayor. Esas que se quedan la noche despiertas al lado de tu cama para velar por tus enfermedades o protegerte de tus miedos. Las que no viven en castillos sino en pequeñas moradas que mantienen siempre pulcras, que en vez de comer perdices en grandes banquetes, se preocupan porque no te falte el plato en la mesa. Las que no salen de un cuento, sino que se inventan las mejores historias que te arropen por las noches. Las que no esperan en balcones a que su príncipe vaya a buscarlas. Sino que van en coche, caminan o cogen un autobús para buscar a su principito. Estas princesas no disponen de un séquito a su servicio ni viven despreocupadas porque no les falta de nada. Al contrario, muchas veces, se ponen a tu servicio sin horarios ni límites y su mayor preocupación es que vivas bien. Pueden tener ayuda o estar solas. Si tienen un mal día o están cansadas, sacan fuerzas para que el tuyo termine bien. A menudo no aparecen como protagonistas, cuando se merecen serlo. No son ellas las rescatadas sino que te levantan a ti de las caídas, te curan las heridas y te secan las lágrimas.
Puede que, a primera vista, no parezcan princesas porque no son como las convencionales. Se parecen más a unas heroínas reales. Y es que, en el fondo, más que princesas, merecen ser tratadas como lo que son, unas reinas, las reinas de la casa. Esas princesas a las que comúnmente llamamos MAMÁ, se merecen que les dediquemos este día y los 364 restantes.

sábado, 6 de abril de 2013

Capacidad de amar


Nunca se creyó una princesa. Tan solo una chica normal. No se veía digna de grandes galas ni creía que fuera a encontrar a un noble galán. Será porque había podido comprobar que no existía el príncipe de los cuentos, ni azul ni verde ni de ningún color. Pero ella no quería castillos, ni vestidos ni que la llevaran al baile real. Su único sueño era encontrar a un sapo que la amara de verdad. Pasar las horas perdidas a su lado y que la enseñara a volar. Lo único que pedía era alguien que le ayudara a pintar su mundo, que no tuviera excusas que le encantara abrazarla, besarla y en quien pudiera confiar. Que le sacara una sonrisa cuando llorara y con el que cada minuto que pasara fuera especial. Ese hombre al que con ella le bastara y que sin ella no pudiera estar.  Con el que el tiempo se detuviera a su lado. Ese hombre al que poder amar. El que le dijera te quiero y se lo demostrara sin dudar.
Nunca creyó en cuentos. Solamente en eso que pasaba en la realidad. Pero, su realidad estaba llena de decepciones, de engaños, de historias inacabadas que la hacían desesperar. Cada vez que la historia se repetía y que todo terminaba incluso antes de empezar, lo único que rogaba era que, por mucho que le destrozaran el corazón, nunca perdiera su capacidad de amar.
 

miércoles, 6 de marzo de 2013

El amor,cosa de dos

Desde pequeña me han contado que las cosas del amor son cosas de dos. En los cuentos siempre está la princesa y el príncipe, la parejita con su final feliz. En las bodas, el novio espera a la novia en el altar. Los viajes de novios siempre vienen con dos camas, con dos platos en la mesa o dos asientos, de avión o de trén, qué más da. El caso es que siempre que se habla de los enamorados se utilizan palabras en plural. Palabras como:"Ellos, los besos que se dan, cómo se quieren, como se miran, cómo se echan de menos" y un largo etcétera que implica una doble dirección. Pero, ¿dónde están las ofertas de cruceros para solteros, los bonitos hoteles con rosas y una cama individual? ¿dónde quedan los finales de película donde a ella no le van a buscar en carroza, en coche o que no acaba con un beso pasional, sino con amores con final?
Pero, esta no es toda la realidad. A veces, el amor es un sentimiento unidireccional. Uno es el que dice "te quiero" y le demuestra al otro que lo que dice lo siente de verdad. Que le extraña, que piensa en la otra persona a todas horas y que se da cuenta que desde que le conoce ya nada es igual. Hay amores que salen de un corazón sincero para quedarse vagando por el aire sin encontrar un amor de vuelta, sin un camino que recorrer y otro corazón al que poder llegar. Amores que se quedan más tristes que una carta sin contestar. Que las poesías sin dedicar. O que una cancion escrita que nunca se cantará.
Cuando tú eres siempre la parte que entrega, que muestra y que arriesga. Cuando todo eso se queda en vano, duele hasta decir basta, hasta perder las ganas de luchar. Hasta pedir por favor que no te vuelvas a enamorar. No hasta que llegue esa persona que te corresponda y que nunca te haga llorar. Esa que te dice que te quiere en su vida y que, de verdad hace lo posible, por no verte nunca marchar.
Un viaje para los enamorados solteros, que necesitan un respiro para poder sanar.

martes, 12 de febrero de 2013

Caer está permitido,levantarse es una obligación


“Ríe y el mundo reirá contigo. Llora y el mundo te dará la espalda para que llores solo.” Cuando la vida es una fiesta, todos se apuntan a bailar, a reír y, por supuesto, a pasarlo bien. Pero la vida tiene una gama entera de colores y parece que el rosa no es su favorito.  Tan pronto puede brillar el sol, como caer una tormenta que te cala hasta los huesos, hundiéndote en un agujero negro que te ahoga lentamente. Es entonces, cuando la mayoría de “amigos” se van, desmitificando el significado de la palabra. Después de la fiesta nadie se queda a recoger. Y, si hay platos rotos, es mejor echar a correr. Sin mirar atrás, pensando en uno mismo y nada más. Es entonces, cuando sientes que te quedas sin fuerzas y que todo a tu alrededor se derrumba, perdiendo el poco sentido que le restaba. Cansado de llorar, desesperado, ves que nadie escucha tus gritos de auxilio. Puede incluso que quien creías que te iba a ayudar, te suelte cuando estés al borde del precipicio. O, ayude a tu caída, dándote el golpe de gracia. Pisotean tus sentimientos sin piedad, y se deshacen de ti cuando no te necesitan más. Haciéndote sentir como un viejo trapo sin utilidad. Harto de fingir que todo va bien cuando las cosas no hacen más que empeorar. Buscas desesperadamente la salida, con el único deseo de desaparecer de ese círculo infernal.

Es en esos peores momentos, en los que el gris parece hacerse habitual. Cuando parece que las sombras han decidido que no te van abandonar. Entonces aparecen esas pocas personas que hacen que la carga personal sea más llevadera. Que no se van de tu lado ni en los peores momentos. Aquellos que creen en ti hasta cuando has dejado en confiar en ti mismo. Los apoyos que te ayudan a levantarte y seguir adelante. Que te instan a luchar y no abandonar tus sueños. Te ayudan a abrir los ojos y darte cuenta de lo que de verdad merece la pena. Que te recuerdan tu capacidad de ver el sol entre las nubes y saber esperar a que pase la tormenta para poder ver el arcoíris. Quienes sacan lo mejor de ti y hacen que las sonrisas ganen por goleada las tantas lágrimas derramadas.

Aun así. Lo más importante es darse cuenta de que solo has de depender de ti. Que nadie puede solo pero que solo dentro de uno mismo está el deseo de querer y la fuerza para poder. Nada sigue igual. Cada día, cada experiencia, cada error, cada triunfo y cada fracaso, cada batalla perdida o ganada, cada pena y emoción, toda inacción o cada decisión…nos cambian, nos aportan algo y definen nuestra personalidad. Son los pilares de  lo que somos, pequeñas piezas de una gran obra que se va creando con cada mínimo detalle, con cada pincelada de color, con cada recuperación  de cada dolor. Un imperfecto edificio con grietas que irá cubriendo con el tiempo y harán de él una única creación. Con cada ladrillo derrumbado, cada muro perforado, se levantará de nuevo, más humilde pero también cada vez más elevado. Con más cuidado se erigirá ante el mundo,más ilusionado. Y cada huella, cada desconchón en la pared contarán una historia única y servirán de testimonio de las batallas que ha librado. Aprenderá de lo malo y disfrutará de lo bueno que se le ha dado.

Por eso,  por mucho que cueste, hay que poner al mal tiempo buena cara. Permitirse caer con la premisa de que el levantarse es una obligación. Saber que estamos solos pero siempre se puede compartir la soledad. No aferrarse a nada ni a nadie. Y, no depender más que tus ganas de vivir, de seguir, de salir adelante e intentando que el ser feliz solo dependa de ti.

 

jueves, 24 de enero de 2013

Dame la mano


Demos un paseo para recordar bajo el ardiente sol,
túmbate conmigo y deja que el tiempo pase sin pensar.
Que lo único que nos gobierne sean nuestras ganas de besar.
Bailemos bajo las estrellas y vivamos el momento como si fuera el último,

dibujemos castillos en el aire que nada pueda derrumbar.
Perfilemos sensaciones con la mirada y pongamos color a las emociones.
Miremos con confianza en la misma dirección y dejemos elegir al corazón.
Digamos adios al miedo y disfrutemos como si nadie nos estuviera viendo.
Dame la mano y llévame lejos,a un mundo que solo nos pertenezca a nosotros.Volemos al son de la locura.

sábado, 19 de enero de 2013

Dejarse llevar


Puede que calle pero eso no quiere decir que no lo sienta. Puede que reniegue pero eso no significa que no lo quiera.  Tal vez diga que no me importa cuando, en realidad, no abandona mi mente. Un “no creo” puede ser un “creo, pero me da miedo”. O puede que disfrace las ganas de una falsa indiferencia.  Y que los “no quiero” escondan un miedoso pero sincero “de verdad lo deseo”. Que diga fuertemente “vete” es una forma de pedir tímidamente un “no te alejes”. Puede que la dureza al decir “mira qué cursis o qué ñoños” sea tan sólo un “qué envidia, mira qué monos”. Y es que a veces ponemos palabras en nuestra boca para autoconvencernos. Pero, por mucho que los demás se lo crean, a nosotros mismos nunca nos engañaremos. A veces creemos que es más fácil no ceder ante lo que sentimos para evitarnos perder. O que las fuertes murallas construidas tras cada caída aguantarán cada intento por echarlas abajo. Tan sólo tenemos que hacer un poco más de resistencia emocional. Unos cuantos malabares y una pequeña actuación teatral que les haga abandonar. Pero, cuando viene algún intrépido que perfora nuestro duro caparazón, que hace un pequeño agujerito en la balsa de seguridad, dejando que se deshinche el fino colchón que nos separa del frío mar, entonces es cuando nos asustamos de verdad. Se viene abajo toda la fachada de tranquilidad, se desmoronan todos los “me da igual”. Y nos quedamos cara a cara con la realidad. Lo que tanto trabajo nos costó encerrar bajo llave se descontrola saliendo a la superficie y rompiendo nuestra estabilidad. Es entonces cuando nos sentimos frágiles y nos preguntamos si será mejor luchar contra la corriente o dejarse llevar. Puede que, ante el peligro de ahogarnos, busquemos otra rígida fortaleza donde poder aparentar. O, quién sabe, puede que nos tranquilicemos y aprendamos a nadar.
 
 

domingo, 13 de enero de 2013

De vez en cuando


Todo llega y así mismo, todo pasa. Con el amor ocurre lo mismo, tan pronto entra en tu vida para dibujar una sonrisa tonta en tu cara, como se va para dejar una lágrima recorriendo tu mejilla que acaba dejando una cicatriz en el alma. Amores de fin de semana, amores vendidos que curan por un momento la soledad que llevas anclada a tu espalda. No son más que diversiones fugaces que dejan en el aire el olor de una fragancia barata. Amores más duraderos que deseas que sean eternos. De los que te resistes a ver el final, como no lo haces cuando desde el horizonte miras al mar. Amores tan candentes como la llama de una vela que, tarde o temprano se apaga. Amores como melodías que alegran los días y dan vida a las noches de juegos en la cama. Melodías que quieres volver a oír cuando acaban. Amores como fotografías que reflejan momentos felices que difícilmente se rescatan. Quedando colgadas en la pared del recuerdo y que o bien te dan ánimo en épocas difíciles o  que se clavan como espadas. Amores como el viento que, volando pasa, juega con tu pelo y al minuto deja todo en calma. Amores como el sol que acaricia tu piel en épocas cálidas, en los días de verano y en las noches estrelladas. Que se tornan frías tardes con espesas nubes que dejan ecos de lo que esperabas. Gélidas noches de invierno donde el frío aparece de la nada. Como la explosión de un volcán que todo lo devasta. Como un fuego artificial que alumbra por un momento el cielo pero que pronto se apaga, dejando negrura y una sensación desolada. Amores que crecen con tiernas miradas, los mismos que son matados con huecas palabras. Amores de ensueño de película que duran lo que dura la cinta, desgastada de tantas veces que con ser la protagonista soñabas. Todo llega, todo se termina y te deja esa sensación de haber vivido un sueño. Pero, esos sueños son los que hacen que nos levantemos con una sonrisa de la cama. Por eso, disfruta tu pequeño rayo de luz para tener algo a lo que agarrarte en la oscuridad. No dejes que se muera la ilusión aunque tengas que vivir en medio de la realidad. No te olvides de alimentar de vez en cuando al corazón.
 

sábado, 12 de enero de 2013

Breve,bueno,bonito

Recuerdos de una tarde de verano,
noches bajo las estrellas y paseos para no olvidar.
Momentos que desencadenan sonrisas para contar,
releer bonitas historias de tiempos atrás.
Dicen que lo bueno si breve,dos veces bueno.
Yo digo: ¡qué poco duran los bonitos sueños!
A veces no hay nada más triste que un recuerdo feliz.
Pero me quedo con todos esos recuerdos,
porque son por los que merece la pena vivir.

martes, 8 de enero de 2013

Por poco tiempo


¿Cuánto vas a tardar en irte? Si vas a salir a la misma velocidad con la que has entrado, no deshagas las maletas ni te pongas cómodo. Mejor ahorremos tiempo y dejémonos de despedidas amargas que dejan un triste recuerdo. Si solo estás de paso, quedémonos en lo superficial. Un simple café y un "encantado de conocerte pero si te he visto no me acuerdo". Un par de formalidades y varios besos sin sentimiento. Pero si tienes pensado seguir el viaje, ni prometas ni hables de sueños. Si vienes con fecha de caducidad y no pretendes más que un efímero encuentro, descansa un día o dos pero no me cuentes ningún cuento. No intentes derribar con palabras bonitas las murallas y descubrir mi mundo entero. Asegúrate de llevarte todo y no dejar tu huella en el cenicero. Coge el siguiente tren y vete lejos.

sábado, 5 de enero de 2013

En ocasiones he podido comprobar el miedo que da perder a una persona importante para tí. Pero me pregunto: ¿Habrá algún día alguien a quien yo le importe tanto que llegue a tener miedo de perderme a mí?