martes, 9 de julio de 2013

Cada viernes

Si me pidiese que definiera el amor, no sabría decir casi nada. Porque definir es limitar y el amor no entiende de límites. Pero podría contar una historia en la que puede decirse que hay amor:
Todo empezó un viernes por la tarde. Al menos su primer recuerdo se remonta a aquel lejano atardecer. Donde se miraron, donde se hablaron por primera vez. Donde sellaron su vida y sus promesas de amor en el silencio de un beso robado.
Un mismo día de la semana dieron un paso más con su noviazgo. El mismo que les haría prometer quererse el resto de su vida en un altar rodeados de los más allegados. Donde intercambiaron las tan conocidas palabras:
-"Te acepto como mi legítima esposa, amarte y respetarte, de hoy en adelante, en lo próspero, en lo adverso, en la riqueza, en la pobreza, en la enfermedad y en la salud, hasta que la muerte nos separe."
-"Te acepto como mi legítimo esposo, amarte y respetarte, de hoy en adelante, en lo próspero, en lo adverso, en la riqueza, en la pobreza, en la enfermedad y en la salud hasta que la muerte nos separe."
Convirtieron esas palabras en hechos. Demostraron su amor en ocasiones de colores. Y también hicieron relucir la verdad de la palabra en medio de la oscuridad.
Sustituyendo por sonrisas cada lágrima. Tendiendo una mano en cada caída. Compartiendo la fortuna y arrimando el hombro cuando se necesitara. Contagiando la buena salud y estando al lado de su cama cuando enfermaba.
Amor es eso que cada día se demostraban. Amor era que él cada viernes a la misma hora se arrodillara pidiéndole que con él se casara. Ella contestaba siempre lo mismo "Sí, quiero". Y con eso le dibujaba una gran sonrisa en su cara. Y es que por muchos años que pasaran, por mucho que su cabeza por el alzheimer no funcionara, su corazón nunca lo olvidaba. Lo que le quería, el amor que por él profesaba. Por eso cada viernes volvía a llevarle la flor que más le gustaba, un lirio blanco que a su primera cita le recordaba. Ni cuando estuvo postrada en su cama sin fuerzas, de su lado se apartaba. Esperaba hasta que se dormía plácidamente mientras su canción favorita le cantaba.
Ahora que ella ya no está, él deja todos los viernes un lirio blanco en su tumba mientras tararea esa melodía que a ella tanto le gustaba.
Eso puede ser una definición de amor.
 

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