Demos un
paseo para recordar bajo el ardiente sol, túmbate conmigo y deja que el tiempo pase sin pensar.
Que lo único
que nos gobierne sean nuestras ganas de besar.
Bailemos bajo las estrellas y vivamos el momento como si fuera el último, dibujemos
castillos en el aire que nada pueda derrumbar. Perfilemos
sensaciones con la mirada y pongamos color a las emociones. Miremos con
confianza en la misma dirección y dejemos elegir al corazón. Digamos adios al miedo y disfrutemos
como si nadie nos estuviera viendo.
Dame la mano y llévame lejos,a un mundo que solo nos pertenezca a
nosotros.Volemos al son de la locura.
Puede que calle pero eso no
quiere decir que no lo sienta. Puede que reniegue pero eso no significa que no
lo quiera.Tal vez diga que no me
importa cuando, en realidad, no abandona mi mente. Un “no creo” puede ser un “creo,
pero me da miedo”. O puede que disfrace las ganas de una falsa indiferencia. Y que los “no quiero” escondan un miedoso pero
sincero “de verdad lo deseo”. Que diga fuertemente “vete” es una forma de pedir
tímidamente un “no te alejes”. Puede que la dureza al decir “mira qué cursis o
qué ñoños” sea tan sólo un “qué envidia, mira qué monos”. Y es que a veces
ponemos palabras en nuestra boca para autoconvencernos. Pero, por mucho que los
demás se lo crean, a nosotros mismos nunca nos engañaremos. A veces creemos que
es más fácil no ceder ante lo que sentimos para evitarnos perder. O que las
fuertes murallas construidas tras cada caída aguantarán cada intento por
echarlas abajo. Tan sólo tenemos que hacer un poco más de resistencia
emocional. Unos cuantos malabares y una pequeña actuación teatral que les haga
abandonar. Pero, cuando viene algún intrépido que perfora nuestro duro
caparazón, que hace un pequeño agujerito en la balsa de seguridad, dejando que
se deshinche el fino colchón que nos separa del frío mar, entonces es cuando
nos asustamos de verdad. Se viene abajo toda la fachada de tranquilidad, se
desmoronan todos los “me da igual”. Y nos quedamos cara a cara con la realidad.
Lo que tanto trabajo nos costó encerrar bajo llave se descontrola saliendo a la
superficie y rompiendo nuestra estabilidad. Es entonces cuando nos sentimos
frágiles y nos preguntamos si será mejor luchar contra la corriente o dejarse llevar.
Puede que, ante el peligro de ahogarnos, busquemos otra rígida fortaleza donde
poder aparentar. O, quién sabe, puede que nos tranquilicemos y aprendamos a
nadar.
Todo llega y así mismo, todo
pasa. Con el amor ocurre lo mismo, tan pronto entra en tu vida para dibujar una
sonrisa tonta en tu cara, como se va para dejar una lágrima recorriendo tu
mejilla que acaba dejando una cicatriz en el alma. Amores de fin de semana,
amores vendidos que curan por un momento la soledad que llevas anclada a tu
espalda. No son más que diversiones fugaces que dejan en el aire el olor de una
fragancia barata. Amores más duraderos que deseas que sean eternos. De los que te
resistes a ver el final, como no lo haces cuando desde el horizonte miras al
mar. Amores tan candentes como la llama de una vela que, tarde o temprano se
apaga. Amores como melodías que alegran los días y dan vida a las noches de
juegos en la cama. Melodías que quieres volver a oír cuando acaban. Amores como
fotografías que reflejan momentos felices que difícilmente se rescatan.
Quedando colgadas en la pared del recuerdo y que o bien te dan ánimo en épocas
difíciles oque se clavan como espadas.
Amores como el viento que, volando pasa, juega con tu pelo y al minuto deja
todo en calma. Amores como el sol que acaricia tu piel en épocas cálidas, en
los días de verano y en las noches estrelladas. Que se tornan frías tardes con
espesas nubes que dejan ecos de lo que esperabas. Gélidas noches de invierno
donde el frío aparece de la nada. Como la explosión de un volcán que todo lo
devasta. Como un fuego artificial que alumbra por un momento el cielo pero que
pronto se apaga, dejando negrura y una sensación desolada. Amores que crecen
con tiernas miradas, los mismos que son matados con huecas palabras. Amores de
ensueño de película que duran lo que dura la cinta, desgastada de tantas veces
que con ser la protagonista soñabas. Todo llega, todo se termina y te deja esa
sensación de haber vivido un sueño. Pero, esos sueños son los que hacen que nos
levantemos con una sonrisa de la cama. Por eso, disfruta tu pequeño rayo de luz
para tener algo a lo que agarrarte en la oscuridad. No dejes que se muera la
ilusión aunque tengas que vivir en medio de la realidad. No te olvides de
alimentar de vez en cuando al corazón.
Recuerdos de una tarde de verano, noches bajo las estrellas y paseos para no olvidar. Momentos que desencadenan sonrisas para contar, releer bonitas historias de tiempos atrás. Dicen que lo bueno si breve,dos veces bueno. Yo digo: ¡qué poco duran los bonitos sueños! A veces no hay nada más triste que un recuerdo feliz. Pero me quedo con todos esos recuerdos, porque son por los que merece la pena vivir.
¿Cuánto vas a tardar en irte? Si vas a salir a la misma velocidad con la que has entrado, no deshagas las maletas ni te pongas cómodo. Mejor ahorremos tiempo y dejémonos de despedidas amargas que dejan un triste recuerdo. Si solo estás de paso, quedémonos en lo superficial. Un simple café y un "encantado de conocerte pero si te he visto no me acuerdo". Un par de formalidades y varios besos sin sentimiento. Pero si tienes pensado seguir el viaje, ni prometas ni hables de sueños. Si vienes con fecha de caducidad y no pretendes más que un efímero encuentro, descansa un día o dos pero no me cuentes ningún cuento. No intentes derribar con palabras bonitas las murallas y descubrir mi mundo entero. Asegúrate de llevarte todo y no dejar tu huella en el cenicero. Coge el siguiente tren y vete lejos.
sábado, 5 de enero de 2013
En ocasiones he podido comprobar el miedo que da perder a una persona importante para tí. Pero me pregunto: ¿Habrá algún día alguien a quien yo le importe tanto que llegue a tener miedo de perderme a mí?