jueves, 24 de julio de 2014

Solo TÚ

A veces se cruzan dos caminos para convertirse en uno. Pero, ¿por qué te cruzaste tú y no otro? Es una buena pregunta para la que no hay palabras que den una respuesta. Tan solo el brillo de la mirada cuando me preguntan por ti sirve para saber que da igual la razón por la que entraste en mi vida. Será que el destino lo quiso así. Lo único que se seguro es que desde aquél día que te conocí, soy feliz. Sí, feliz, sin matices ni peros. Sin dudas aunque con miedos. A que me despierten de este sueño que es mejor que la realidad. El de tenerte a mi lado, mirarte y escuchar de tus labios un "Te quiero". Dos palabras simples que ponen en funcionamiento toda una maquinaria de sentimientos. Que tienen más poder que cualquier energía posible en el mundo.
Así que, ¿por qué tú? no lo sé. Pero, ¿por qué no? Si parece que estamos hechos el uno para el otro. Como dos piezas de puzle que encajan a la perfección. Porque tú rompes todos mis esquemas desde el principio hasta el final, para dar un nuevo significado a todo. Para enseñarme, sin tú saberlo, otras formas de ver la vida. Con otros colores, otros significados antes escondidos. Nuevos para mi. Me haces ver las cosas de siempre como vería por primera vez el mundo un ciego que recién ha recuperado la vista. Como un niño al ver un juguete que tanto deseaba, que no esperaba. Sorprendido, agradecido. O como quien ve el mar por primera vez. Y se siente pequeño y a la vez grande. Tu me haces sentirme fuerte y a la vez eres mi debilidad.
Si conviertes lo más normal y cotidiano en algo extraordinario.
Tú haces que la rutina sea cada día nueva. Y que los pequeños detalles se vuelvan enormes momentos que grabo en mis retinas, en mi memoria. Como un atrapasueños. Llevándose lo malo lejos con tan solo un abrazo en el que desaparece el  mundo, de mi alrededor, de mi mente y en el que parece que ni existe el suelo.
Si eres el único que puede hacerme sentir mil cosas a la vez con tan solo mirarme. No hablemos entonces de las caricias, los besos, o de cada rincón de tu cuerpo. No hay mejor abrigo que el calor de tu piel. Ni mayor cosquilleo el que me recorre cuando te siento. Como si una bomba de fuego y pasión fuera a explotar en mi interior, alimentando de felicidad a todas y cada una de las células de mi cuerpo.
Y ¿qué decir de tus lunares? Como pequeñas referencias de un mapa que marcan un camino, que nunca parece igual y que, sin embargo, siempre llevan al  mismo destino. Tú. Un camino que se recorre como quien después de un largo viaje está impaciente por llegar a casa.
Ya no me pregunto por los trenes que perdí, los que no cogí por dudar o lo que me dejaron en la estación tirada. Ahora entiendo que no era el lugar, no era el momento.
Que a quien no esperaba pero que, sin saberlo, era todo lo que necesitaba, venía andando. Por eso a veces las cosas tardan tanto en llegar. Para que sepamos reconocerlas, quererlas, valorarlas.
Tú, saliste de la nada. Sin prisa. Sin hacer ruido. Con calma. Para convertirte en todo. Y ahora sé que tenía que perder esos trenes para poder volar, a Dios sabe dónde. Pero, con billete de ida nada más.
¿Por qué tú? Porque a veces la vida nos sonríe y nos demuestra que la espera merece la pena.
Y que lo que fácil llega, fácil se va. Pero que, el poco a poco, paso a paso, lleva más lejos y construye mucho más.
No sé por que tú. La verdad que me da igual. Solo sé que el poco, contigo es mucho y que siempre se queda corto si se trata de quererte. Que de ti no me quiero separar.