Historias que se acaban y heridas
que cicatrizan con el paso del tiempo. Capítulos que se cierran por el olvido,
que se quedan enterrados en el baúl de los recuerdos y que mejor no destapar de
nuevo. Pero, a veces, un olor, una foto, una canción o un nombre parecen abrir
de nuevo la caja de pandora emocional para repetir las emociones más internas y contradictorias.
Esas que se quedan grabadas en el alma, dejando constancia en nuestra piel. Las
mismas que nos empeñamos en fingir que ya no sentimos. Las que te desgarran una
amarga sonrisa al revivir felices tiempos pasados. No sabes si reír o llorar.
Tan solo sabes que has de aceptar que no volverán. El curso de la vida sigue
como un río hacia el mar. Esa imparable corriente de la que no te puedes zafar.
No sabes si para bien o para mal. Lo que sabes seguro es que no puedes dejar de
nadar si no te quieres ahogar. Esa eterna lucha entre actuar o abandonarse a la
comodidad de dejarse llevar. Si te arriesgas puedes ganar, pero nadie te evita
la posibilidad de perder. Lo más importante es que nunca desaparezcan las ganas
de avanzar. De levantarse tras la caída. De no hurgar más en la herida que
tanto te hace desesperar. Echar la vista al frente y no arredrarse por el
lejano y desconocido horizonte que se extiende ante ti, ese incierto y
misterioso camino que llaman futuro. De nuevo surge esa aterradora duda de qué
puerto será el certero y el mejor en el que parar. No te obsesiones por la
ilusión de ese oasis que parece nunca llegar. Mejor, presta atención a las
firmes ciudades de tu alrededor y no te aventures a cruzar el desierto como un
kamikaze. Disfruta de lo que cada transeúnte que te encuentres por el camino te
ofrece. No busques un puerto al que amarrarte, donde establecer un hogar.
Cuando sea el momento este será el que te atará. El que te salve de la continua
caminata y te ofrezca un lugar donde reposar. No sabes si será para siempre o
si algún día lo tendrás que abandonar para continuar. Lo que si es seguro es
que un día echarás la vista atrás y te darás cuenta de que en muchos de esos
sitios, consciente de ello o no, encontraste ese sentimiento que llaman
felicidad.
martes, 27 de noviembre de 2012
miércoles, 14 de noviembre de 2012
Soñando con ganar
Es noche de juego, hoy toca
apostar. Giraré la ruleta con la mira puesta en el rojo, que bastante negro
tengo ya, y no me rendiré hasta que de dos en dos, me salga impar. Me quedaré
comprando cartones hasta cantar Bingo o, hasta que vea todas las bolas pasar.
Si el azar no me acompaña, escogeré las mejores estrategias para poder ganar al
Blackjack y hasta que no me salga el 21 exacto no pienso abandonar. Buscaré la
mejor combinación en la tragaperras o me haré con la mejor mano en el punto y
banca. Y despistaré con particulares señas para ganar al mus. Entre las cartas
de un casino barajaré mi destino, para acabar con cara de poker diciendo “camarero,
una copa más” en una solitaria y fría barra
de cualquier bar. Dicen que desafortunado en juego, bueno en amores. Pero la
mala suerte con los dados solo lleva a conocer el sabor de fuertes licores, acompañados de canciones
olvidadas en viejas salas de karoke. Terminará la noche con ebrios amaneceres,
cegando a los atrevidos perdedores. Y, buscando cuatro monedas por los
rincones, llegaré a casa para encontrarme con un montón de deudas y un colchón vacío
a excepción de las decepciones. Pasaré la resacosa rutina encerrado entre desvencijadas
paredes decoradas con las sombras de pasados quereres. Y, solo cuando se cierna
de nuevo la noche, saldré de nuevo a apostar. Otra vez un pobre iluso, soñando
con ganar.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Caminos
Las personas entran y salen de tu vida. Es algo a
lo que nos debemos resignar. En un determinado momento se cruzan nuestros
caminos con los de los demás. Una mirada, una sonrisa, un buenos días o un
¿cómo te llamas? En clase, en el trabajo, de viaje, de fiesta o en cualquier
rincón del mundo. De una forma u otra, entran en nuestro mundo sin que lo
pidamos, sin buscarlo, sin ni siquiera notarlo. Puede ser por unos
minutos,horas,días...pero,alteran nuestro entorno y, lo creamos o no,todos
tienen algo que aportar,por insignificante que sea. Algunos de esos simples
comienzos, día a día, con diferentes momentos compartidos y secretos
desvelados, van forjando algo más. Y, cuando te quieres dar cuenta, se ha
construido una gran amistad. Te das cuenta de que puedes llamar a esas personas
amigos cuando has compartido llantos y sonrisas con ellos, cuando tus aventuras
les has contado y por tus contratiempos te han preguntado. Tras compartir
opiniones, gustos y aficiones. Después de ir conociendo a esa persona, de verla
en diferentes situaciones y apoyarla en sus sueños o ayudarla con sus temores. En un
determinado momento, no hay reglas para saber cuándo, te das cuenta de que
vuestros mundos se han entrelazado, de que, sin darte cuenta, se ha hecho
importante para ti.
Dicen que no elegimos quiénes entran en nuestro
mundo pero sí quién permanece en él. Podemos elegir a quién abrir las puertas
de nuestro yo más interior y real. Pero no podemos cerrarlas para que no
salgan. La base de una buena relación es la libertad compartida, dejar al otro
la libre elección de permanecer en nuestro mundo o salir de él. Por muy
doloroso que sea, no podemos obligarles a permanecer. Al mostrarnos tal y como
somos ponemos en manos del otro un poderoso arma, el conocimiento de nuestra
fortaleza y nuestras debilidades y confiamos en que le darán un buen uso.
Muchas veces sin embargo, nos abandonan o incluso
nos lastiman y esto deja cicatrices en nuestro alma, heridas que se quedan
cuando esas personas se van. Por eso, a veces perdemos la confianza y nos cuesta
poner en bandeja el corazón, mostrar nuestros sentimientos o creer en la gente
y en el amor.
Pero, no por eso podemos cerrarnos, porque cada
persona tiene algo que aportar, alguna lección que senseñarnos.
Otras salen de nuestras vidas sin avisar y por ello
tememos coger cariño a la gente, por miedo al vació que sentiremos si se van.
Pero, hay que correr ese riesgo porque es mayor la huella que dejan en nosotros
que el dolor de que hayan elegido otro camino diferente al nuestro. Puede que
sólo estuvieran en nuestras vidas para enseñarnos algo que aunque no nos demos
cuenta en el momento, aprenderemos y que ya hayan realizado su misión a nuestro
lado.
No podemos aferrarnos a nada ni a nadie, depender
de los demás. Tan sólo estamos nosotros en nuestro camino, cada uno recorre
solo su sendero. Pero, aún así necesita de los demás. Necesita ser consciente
de que camina con gente a su lado, gente que viene y va, que no permanecerá.
Gente que siempre nos tiene algo que mostrar.
viernes, 2 de noviembre de 2012
Go on
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