Las personas entran y salen de tu vida. Es algo a
lo que nos debemos resignar. En un determinado momento se cruzan nuestros
caminos con los de los demás. Una mirada, una sonrisa, un buenos días o un
¿cómo te llamas? En clase, en el trabajo, de viaje, de fiesta o en cualquier
rincón del mundo. De una forma u otra, entran en nuestro mundo sin que lo
pidamos, sin buscarlo, sin ni siquiera notarlo. Puede ser por unos
minutos,horas,días...pero,alteran nuestro entorno y, lo creamos o no,todos
tienen algo que aportar,por insignificante que sea. Algunos de esos simples
comienzos, día a día, con diferentes momentos compartidos y secretos
desvelados, van forjando algo más. Y, cuando te quieres dar cuenta, se ha
construido una gran amistad. Te das cuenta de que puedes llamar a esas personas
amigos cuando has compartido llantos y sonrisas con ellos, cuando tus aventuras
les has contado y por tus contratiempos te han preguntado. Tras compartir
opiniones, gustos y aficiones. Después de ir conociendo a esa persona, de verla
en diferentes situaciones y apoyarla en sus sueños o ayudarla con sus temores. En un
determinado momento, no hay reglas para saber cuándo, te das cuenta de que
vuestros mundos se han entrelazado, de que, sin darte cuenta, se ha hecho
importante para ti.
Dicen que no elegimos quiénes entran en nuestro
mundo pero sí quién permanece en él. Podemos elegir a quién abrir las puertas
de nuestro yo más interior y real. Pero no podemos cerrarlas para que no
salgan. La base de una buena relación es la libertad compartida, dejar al otro
la libre elección de permanecer en nuestro mundo o salir de él. Por muy
doloroso que sea, no podemos obligarles a permanecer. Al mostrarnos tal y como
somos ponemos en manos del otro un poderoso arma, el conocimiento de nuestra
fortaleza y nuestras debilidades y confiamos en que le darán un buen uso.
Muchas veces sin embargo, nos abandonan o incluso
nos lastiman y esto deja cicatrices en nuestro alma, heridas que se quedan
cuando esas personas se van. Por eso, a veces perdemos la confianza y nos cuesta
poner en bandeja el corazón, mostrar nuestros sentimientos o creer en la gente
y en el amor.
Pero, no por eso podemos cerrarnos, porque cada
persona tiene algo que aportar, alguna lección que senseñarnos.
Otras salen de nuestras vidas sin avisar y por ello
tememos coger cariño a la gente, por miedo al vació que sentiremos si se van.
Pero, hay que correr ese riesgo porque es mayor la huella que dejan en nosotros
que el dolor de que hayan elegido otro camino diferente al nuestro. Puede que
sólo estuvieran en nuestras vidas para enseñarnos algo que aunque no nos demos
cuenta en el momento, aprenderemos y que ya hayan realizado su misión a nuestro
lado.
No podemos aferrarnos a nada ni a nadie, depender
de los demás. Tan sólo estamos nosotros en nuestro camino, cada uno recorre
solo su sendero. Pero, aún así necesita de los demás. Necesita ser consciente
de que camina con gente a su lado, gente que viene y va, que no permanecerá.
Gente que siempre nos tiene algo que mostrar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario