Historias que se acaban y heridas
que cicatrizan con el paso del tiempo. Capítulos que se cierran por el olvido,
que se quedan enterrados en el baúl de los recuerdos y que mejor no destapar de
nuevo. Pero, a veces, un olor, una foto, una canción o un nombre parecen abrir
de nuevo la caja de pandora emocional para repetir las emociones más internas y contradictorias.
Esas que se quedan grabadas en el alma, dejando constancia en nuestra piel. Las
mismas que nos empeñamos en fingir que ya no sentimos. Las que te desgarran una
amarga sonrisa al revivir felices tiempos pasados. No sabes si reír o llorar.
Tan solo sabes que has de aceptar que no volverán. El curso de la vida sigue
como un río hacia el mar. Esa imparable corriente de la que no te puedes zafar.
No sabes si para bien o para mal. Lo que sabes seguro es que no puedes dejar de
nadar si no te quieres ahogar. Esa eterna lucha entre actuar o abandonarse a la
comodidad de dejarse llevar. Si te arriesgas puedes ganar, pero nadie te evita
la posibilidad de perder. Lo más importante es que nunca desaparezcan las ganas
de avanzar. De levantarse tras la caída. De no hurgar más en la herida que
tanto te hace desesperar. Echar la vista al frente y no arredrarse por el
lejano y desconocido horizonte que se extiende ante ti, ese incierto y
misterioso camino que llaman futuro. De nuevo surge esa aterradora duda de qué
puerto será el certero y el mejor en el que parar. No te obsesiones por la
ilusión de ese oasis que parece nunca llegar. Mejor, presta atención a las
firmes ciudades de tu alrededor y no te aventures a cruzar el desierto como un
kamikaze. Disfruta de lo que cada transeúnte que te encuentres por el camino te
ofrece. No busques un puerto al que amarrarte, donde establecer un hogar.
Cuando sea el momento este será el que te atará. El que te salve de la continua
caminata y te ofrezca un lugar donde reposar. No sabes si será para siempre o
si algún día lo tendrás que abandonar para continuar. Lo que si es seguro es
que un día echarás la vista atrás y te darás cuenta de que en muchos de esos
sitios, consciente de ello o no, encontraste ese sentimiento que llaman
felicidad.
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