Esbozar una sonrisa fingida y no dejar ver
lo que se esconde detrás,
solo un momento para caer,
no es necesario más.
Reconciliarse con el tiempo y su
maldita relatividad.
Cuando estás bien vuela y
cuando algo va mal, parece no pasar.
Hoy no creo en el amor, mañana
puede que algo me haga recaer.
Lo que se es que por el momento
vivo a base de recuerdos de un lejano ayer.
Un pasado que solo vuelve para
torturarme, para recordar todo lo que no supe ganarme,
todo los que mis miedos me
hicieron perder.
Una era llena de glaciares
sentimentales que parece que no dejan de crecer.
Donde los besos sentidos y te
quiero sinceros están en peligro de extinción,
donde es difícil encontrar
alimento para el corazón.
Una tienda de tiernos abrazos y
cálidas caricias es lo que va a cotizar.
Y no los cuentos baratos de los aduladores que saben cómo engañar.
Tal vez la persona correcta en el
momento equivocado,
o la debilidad ante quien no
tiene que ser pero que llega en el momento más necesitado.
Nadie por quien escribir versos
ni nada que de sentido a las letras de las canciones.
Solo un cúmulo de momentos
regalados sin sentimiento, en un mundo en donde hasta por eso hay que pagar.
Noches compartidas por almas
ansiosas por escapar de la oscura soledad.
Ilusiones que se rompen con cada
intento fallido de convertir los sueños en realidad.
Lágrimas que crean grandes charcos que
luego nadie nos ayuda a saltar.
Pactos con el tiempo que se
deshacen antes de llegar.
Corazones protegidos por murallas
casi imposibles de derribar.
No hay lugar para los soñadores,
es hora de aceptar la realidad.
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