lunes, 18 de septiembre de 2017

Viejo París olvidado

Melodías de cafés aderezados con sinsabores de la incertidumbre, que suenan en viejos rincones de un París olvidado.
Una mesa desordenada donde se entremezclan cartas de amor, varias desilusiones y un ramo de besos casi marchitos, que buscan un único barco que hace años el puerto ha abandonado.
Un pastel de chocolate caducado, que recuerda los años mozos dorados.
Ganas de compartir la silla de en frente y nadie a quien regalar tanto amor desesperado. Por encontrar a la dueña de ligeras lágrimas que poco a poco se van derramando. Como la gota de café que se precipita contra el suelo, despacio. Como pasan los segundo de un reloj que resuena en los oídos como aquel último portazo. Canciones románticas que llegan a su fin porque ya no tiene sentido que sigan sonando.
Como no tienen sentido los últimos latidos de ese pobre desafortunado. Que espera que el viento despeine sus canas como los últimos retazos de sol del verano. Para sentir algo antes de que desaparezca el calor que sentía al estar a su lado. Resignación al saber que su historia, como mucho, se perderá entre los pasillos de algún suburbano que, con suerte, contarán las viejas cuerdas de un violín a cambio de 4 monedas de alguien que medio sonría con cierto encanto. Alguien que al escuchar su canción piense, por un segundo, en ese humilde anciano que, hasta el último suspiro, dio por amor todo lo que estaba en su mano.

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