martes, 7 de enero de 2014

(Des)hojando margaritas

Vamos a reinventarnos el  juego. Deshojemos margaritas sin el tradicional "me quiere, no me quiere". Cambiémoslo por un "tú me quieres, yo te quiero". O al revés, "yo te quiero, tú me quieres". Porque el orden de los sujetos no altera el resultado del amor que nos tenemos. Cada uno a su manera, cada uno en su tiempo. Nosotros nos entendemos. Y no hay nada que entender, eso es lo bueno. Porque el corazón no busca razones, pero es que para querer no hace falta buscar argumentos. 
Convirtamos cada pétalo que contemos en un "te quiero en lo bueno" y el siguiente pétalo, en un "y  en lo no tan bueno".  En las duras y con todas nuestras locuras. Y digo contar pétalos, no arrancar. Porque el amor no quita, da. Da alegrías y pone el corazón contento. Porque pinta de color encima del negro. Da sin esperar, a no ser que se trate de la espera de un nuevo encuentro. Sin desesperar, sin cansar ni cansarse, sin ataduras ni condiciones.
Por eso, descontemos los días que quedan para vernos cada vez que nos separamos. Y contemos no en días, ni en meses, sino en momentos. Perdiendo la noción del tiempo y llenando vacíos de sentimientos.
Desnudemos no las flores, sino nuestros cuerpos. De vergüenza, de miedos, dejando afuera los resentimientos, los reparos y aceptando los defectos. Desdudémonos, respondiendo preguntas sin formular, besándonos con la mirada, y comiéndonos a besos. Respondiendo con el calor de nuestra piel. A la distancia de cuerpo contra cuerpo.
Vamos a querernos de verdad, sin límites ni definiciones,  sin relojes. A todas horas y a deshora. Porque este es nuestro cuento. Sin perdices ni finales. Aprendiendo el uno del otro, aceptando y queriendo(nos).

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